«-Psss, psss... ¿Estás durmiendo?
-¡Cómo voy a dormir con tu dichoso "psss, psss"!
-Bueno, hombre, tampoco es para ponerse así... Vamos, digo yo.
¿Quiénes serían los dos personajes que así hablaban? Os lo voy a decir enseguida; se trataba ni más ni menos que de dos libros. Sí, sí, habéis leído bien; también los libros tienen derecho a hablarse entre ellos, ¿no os parece? Estos dos vivían en la biblioteca de uno de los barrios de la ciudad.
-Bien, dime de una vez qué es lo que quieres.
-No, si te vas a poner así, no digo nada.
-Me estás poniendo nerviosísimo... ¡Habla de una vez!
La voz exaltada de El árbol fantástico provocó un revuelo general en las muchas estanterías de la biblioteca.
-Pero, ¿qué es lo que ocurre aquí? -preguntó El viejo libro de la sabiduría.
Todos los habitantes de la biblioteca respetaban mucho a El libro de la sabiduría, por eso, al oír su voz, cesaron inmediatamente los murmullos. Sólo El árbol fantástico se atrevió a contestar.
-Todo empezó con un "psss, psss".
-¿Con un "psss, psss"?... No entiendo nada.
-Es muy simple. Lo que ocurre es que nuestro joven Aventuras en el mar parece no darse cuenta de que cuando reina un ambiente de silencio en la biblioteca es que debe de haber una buena razón para ello y que, por lo tanto, no conviene levantar la voz.
Aventuras en el mar intentó defenderse, pero sus quejas fueron ahogadas por la voz de El árbol fantástico, quien parecía no querer ceder la palabra a nadie.
-Comprendo que casi acabas de llegar y que por eso no conoces nuestras costumbres, pero tienes que entender que aquí nos gusta mucho el silencio.
No, el inquieto Aventuras en el mar no podía comprender aquello, y cuando por fin le dejaron hablar intentó explicar sus ideas.
-¿Y cómo es que no os aburrís? Yo siempre he creído que las bibliotecas eran unas ciudades visitadas por muchos humanos que buscaban en nosotros, los libros, historias que les abrieran a otros mundos.
-Y así es -afirmó El viejo libro de la sabiduría.
-Entonces, ¿por qué nadie viene a esta biblioteca?"
La pregunta de Aventuras en el mar dejó a todos sin saber qué decir. Era verdad, hacía mucho tiempo que apenas nadie visitaba la biblioteca; tan sólo alguna que otra persona acudía con deseos de leer lo que otros hombres y mujeres habían escrito algún día.
-Tienes razón, joven Aventuras en el mar, pero esto no siempre ha sido así -contestó El viejo libro de la sabiduría-. Antes venían muchos visitantes y apenas parábamos un momento en nuestros sitios, ofreciendo lectura a todos los que acudían.
Si esto había sido así alguna vez, Aventuras en el mar no podía comprender lo que podía haber pasado para producirse este cambio.
-Bueno -volvió a hablar El viejo libro de la sabiduría-, supongo que si preguntas a los humanos, ellos contestarán dándote muchísimas razones, y casi todas coincidirán en que no tienen tiempo. (...)»
BUHIGAS, María Fernanda: Huelga en la Biblioteca. Dirección General de Publicaciones del CNCA/Montena, 1991, ISBN 970-05-0112-4.
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