Me
llamo Álvaro Cabanillas Valero. Nací el 21 de junio de 2002, en Córdoba.
Actualmente
curso 2º de ESO en el IES “López Neyra” y 2º curso de Enseñanzas Profesionales
de violonchelo en el Conservatorio “Músico Ziryab”, siendo alumno del Programa
de Simultaneidad de ambas enseñanzas.
Pertenezco
a una familia en la que varios de sus miembros son músicos, aunque mi
entusiasmo por la música lo expresé desde bien pequeño.
Mi
principal afición es el deporte. Formo parte del equipo de fútbol sala
“Ziryab”.
Quisiera
agradecerle a mi profesora de Lengua del Instituto, Rafi Logroño, el empeño que
ha puesto por presentar mi relato a este concurso. Y tampoco puedo olvidarme ni
de mi “seño Rosa” del “Tirso de Molina” ni de mi tío Fernando, dos personas que
saben transmitir el placer de leer y escribir.
LA
MALETA DE AMALIA
“¡Cuidado
que me atropellas!”, exclamó Amelia al cruzarse en la escalera con Amalia, que
bajaba a toda prisa llevando una maleta. “Con esas prisas, seguro que no
pierdes el tren”, le dijo Amelia. “No lo voy a perder, ya estoy en él, lo he
cogido para no volver”, contestó Amalia. Reparó Amelia en la respiración
acelerada de Amalia, su cara triste, y sus ojos mojados y enrojecidos. “¿Por
qué, adónde vas?”, le preguntó Amelia, “antes de subir al tren he dejado un
anillo, unas fotos y una tonelada de malos recuerdos. Los dejo porque pesan
demasiado, y además ya no me gustan; aunque en realidad nunca me gustaron. En
la maleta llevo palabras, así no pesa y podré viajar ligera”.
“¿Y
qué palabras son las que van dentro de tu maleta?”, preguntó Amelia…”Deseo que
mi vida actual sea diferente…Esas son las palabras de mi equipaje”, contestó
Amalia. Enmudeció Amelia, sus ojos también se enrojecieron, y al igual que la
de Amalia, su respiración comenzó a acelerarse. “¿Te ocurre algo, Amelia?”, le
preguntó Amalia…”Sí, también tengo un anillo, unas fotos y otra tonelada de
recuerdos que me pesan y que en realidad nunca me gustaron”, contestó Amelia.
“Sube rápido”, le dijo Amalia. “Pero antes tendría que hacer mi equipaje”,
exclamó Amelia. “No, no te pares a eso”, dijo Amalia, “sube ya, salta al tren,
está en marcha. Compartiremos tren, equipaje, viaje y destino”. Saltó Amelia,
Amalia abrió la maleta para mostrarle el equipaje. Brilló el sol, y aún sigue
brillando después del viaje.
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