"El día que Judith Biely zarpó de Nueva York hacia España, las palomas en su despedida, al rozar de sus alas por las esquinas, como proyectiles de angustia y de deseo, ungieron con su sangre las cristaleras de los rascacielos de Manhattan.
El día que Judith Biely zarpó de Nueva York hacia España, la Estatua de la Libertad, contra todo designio, giró ciento ochenta grados su figura en acto de reverencia hacia quienes marchaban para defender con su Vida la llama de su antorcha frente a los inicuos vientos de la Historia.
El día que Judith Biely zarpó de Nueva York hacia España, como regalo nupcial de los elementos de la Naturaleza a las fuerzas de la Vida, se desató un huracán de leche y miel sobre el útero primigenio de la mar océana.
El día que Judith Biely zarpó de Nueva York hacia España, el corazón de todos los amantes de la tierra tembló al unísono con la fuerza de un volcán que derrite con lava las entrañas más dura de quienes nunca aman más que su vida.
El día que Judith Biely zarpó de Nueva York hacia España, el tiempo -time on our hands- se nos escapó de las manos y los relojes clavaron sus agujas en la arena buscando el apátrida centro de la Tierra Prometida
El día que Judith Biely zarpó de Nueva York hacia España, bajo la rúbrica de los brazos impotentes de Ignacio Abel rodeando su cintura, la Humanidad entera renovó su ancestral contrato con la Vida.
El día que Judith Biely zarpó de Nueva York hacia España...
El día que Judith Biely zarpó de Nueva York hacia España, Ernest Hemingway, quizás supo ya de primera mano por quién sí, por quién no, si por ti, si por mí, por quién doblan las campanas."
ANTONIO MONTERROSO
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