Cuando nos referimos a vídeo arte, blogonovela, poesía visual, webcómic, etc. (de todos ellos hemos hablado en este espacio), puede parecer que estamos adentrándonos en un futuro innovador, pero lejano y de incierto desarrollo. Por muy extrañas que nos parezcan estas muestras artísticas, están ahí y eso es evidente cuando se indaga un poco. Por mucho que tarden en entrar en los currículos no podemos olvidar su fuerza expresiva ni su capacidad de comunicar y conmover.
¿Una prueba de ello? El arte sacro no se caracteriza por su adhesión incondicional a las nuevas corrientes. Pero en la cripta del Duomo de Milán, desde el año 2005, y junto a las reliquias de San Carlos Borromeo, hay una capilla dedicada al vídeo arte:
¿Por qué dedicar una capilla al «vídeo arte»?
El potencial narrativo está grabado en la estructura arquitectónica de la Catedral pero esta importancia narrativa cobra vida en las vidrieras que perforan los muros perimetrales de la Catedral, disolviéndose al mismo tiempo en el filtro de esas coloridas imágenes encima de todo como fuente de luz para el lugar de culto.
En la cripta (Scurolo), que se encuentra en la superficie, parece en parte contradictorio. Mientras que arriba se evidencia la estructura, la luz, los signos y las imágenes, aquí abajo predomina lo íntimo, la oscuridad, no para negar la imagen sino simplemente para que sea más palpable, más interiorizable.
¿Por qué la Via Dolorosa de Mark Wallinger?
En la Scurolo, nos encontramos en un oscuro y reducido espacio que, desde el punto de vista de la narración, ofrece el flujo de varias fotografías a través de las cuales podemos observar el último acto de las celebraciones de la Pascua. La «historia» es la que cuenta Zeffirelli en su Jesús de Nazaret, pero se ve apartada de alguna forma, o más bien encuadrada en un marco negro que obscurece parcialmente la imagen, aunque no lo suficiente para que podamos distinguir el griterío, la muchedumbre mirando fijamente, el entorno de Cristo y su corona de espinas: la cruz y el drama final.
Desde la perspectiva del impacto filosófico-espiritual de la grandeza de la Catedral, con su desproporción de espacio cuando se contrasta con el marco del día a día, se funde y destila hasta el punto de que libera por un momento esa espontaneidad producida al observar la Vía Dolorosa. De hecho, la vista, que desde arriba se embriaga de una luz que por momentos resulta demasiado brillante para los ojos, encuentra finalmente en la Vía Dolorosa su propio «silencio».
Traducción: José Mª Vega Aguilar
Imágenes:
J. Aguilar
J. Aguilar
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