Eres labor y treno, hermano mío,
cansado de callejear esquinas,
de escalar la copa de la tristeza
que penetra a raudales por los ojos.
Eres el precio de la calle hambrienta,
la interesada usura que no muere,
porque la muerte seguirá en sus trece,
luchando cuerpo a cuerpo con nosotros.
Estás inundado de pensamientos
sin aliento, y tus pies andan llorando
sobre unos zapatos ya resignados
que se enseñaron a no maldecir.
Me da este sobresalto de mirarte
y encontrarte, yacente o caminando,
con un sollozo a la espalda –turbión
que amenaza arrancarte de ti mismo-.
Tú, siempre habitante del sonreir,
bello como una virgen bizantina,
andas en cuclillas hoy, más abajo
de donde antes volaba tu camino.
Y no, no es que estés vacante de horas,
de tiempos, o siglos o porvenires;
es que acabó la primogenitura
que ejercías y eres viudo del gozo,
dubitante hasta el arco de las cejas.
Recuerda cómo nombrabas la vida
con alias y apodos triunfantes, íntimos,
sin argucia ninguna en la llamada,
como haría un niño que ya adolece.
Y te daba abrazos, te seducía,
uníais las dos respiraciones,
y ella se llamaba tuya, y tú de ella.
Pero la muerte llegó pronto a asediarte,
te sudó de miedo toda la pelvis
y te amargó el inesperado encuentro.
Desde entonces eres como describo,
tu garganta se extraña a alegres cánticos,
pero yo sigo entonando preludios,
aguardando a que vuelvas del exilio,
ya tramando alegría para entonces.
FRANCISCO MATA
Realismo
Si el corazón te sangra de repente
y dudas en un polo de la esfera,
invoca la verdad del suelo pardo
que tienes, porque vives y lo habitas.
Es la razón de tus pies, el cimiento
de esa forma humana que tanto finges;
pero tú no acostumbras a mirarla
y das la vista a azules infinitos.
No es cuestión de creencias, es biología; pues cada pez es un hijo del agua.
Tu medio, tu casa –oh ecología
respirarán cuando tú no respires.
Y así te digo que habremos de verte,
dispuesto, con las manos en nosotros,
sereno en realidad al desenlace,
siendo un labio tendido para el beso.
FRANCISCO MATA