Plato de cerámica de Josep Guardiola. 1947 |
Abril es un mes muy presente en el refranero que, especialmente, pone de manifiesto dos de sus características principales: su situación intermedia entre el invierno y la primavera y, como consecuencia de ello, la repercusión que tiene su llegada en las plantas y animales. Veamos algunos ejemplos:
Sale marzo y entra abril, nubecitas a llorar y campitos a reír.
El invierno no ha pasado hasta que abril no es terminado.
¡Ojo con abril!, que es helador y sutil.
Parte su tiempo abril entre llorar y reír.
A abril con sus chaparrones, sigue mayo con sus flores.
Abril que truena, anuncia cosecha buena.
Abril lluvioso hace a mayo hermoso.
En abril, la flor empieza a lucir.
Abril encapulla las rosas y mayo las luce abiertas y hermosas.
Aparte de otras cosas, en abril las lilas y en mayo las rosas.
Abril saca la espiga a relucir.
Tu perejil siémbralo en abril.
Si quieres saber cuándo es abril, la golondrina te lo vendrá a decir.
Abril, abriluco, el mes del cuco.
En abril, búscale el nido a la perdiz.
Esta sabiduría popular, expresada a modo de refranes, alimenta al poeta Antonio Machado para crear su poema En abril, las aguas mil, incluido en Campos de Castilla
Son de abril las aguas mil.
Sopla el viento achubascado,
y entre nublado y nublado
hay trozos de cielo añil.
Agua y sol. El iris brilla.
En una nube lejana,
zigzaguea
una centella amarilla.
La lluvia da en la ventana
y el cristal repiqueteo.
A través de la neblina
que forma la lluvia fina,
se divisa un prado verde,
y un encinar se esfumina,
y una sierra gris se pierde.
Los hilos del aguacero
sesgan las nacientes frondas,
y agitan las turbias ondas
en el remanso del Duero.
Lloviendo está en los habares
y en las pardas sementeras;
hay sol en los encinares,
charcos por las carreteras.
Lluvia y sol. Ya se oscurece
el campo, ya se ilumina;
allí un cerro desparece,
allá surge una colina.
Ya son claros, ya sombríos
los dispersos caseríos,
los lejanos torreones.
Hacia la sierra plomiza
van rodando en pelotones
nubes de guata y ceniza.
Sopla el viento achubascado,
y entre nublado y nublado
hay trozos de cielo añil.
Agua y sol. El iris brilla.
En una nube lejana,
zigzaguea
una centella amarilla.
La lluvia da en la ventana
y el cristal repiqueteo.
A través de la neblina
que forma la lluvia fina,
se divisa un prado verde,
y un encinar se esfumina,
y una sierra gris se pierde.
Los hilos del aguacero
sesgan las nacientes frondas,
y agitan las turbias ondas
en el remanso del Duero.
Lloviendo está en los habares
y en las pardas sementeras;
hay sol en los encinares,
charcos por las carreteras.
Lluvia y sol. Ya se oscurece
el campo, ya se ilumina;
allí un cerro desparece,
allá surge una colina.
Ya son claros, ya sombríos
los dispersos caseríos,
los lejanos torreones.
Hacia la sierra plomiza
van rodando en pelotones
nubes de guata y ceniza.
ANTONIO MACHADO
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